En 2018 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con otras instituciones internacionales, publicó el informe Los vínculos entre la migración, la agricultura, la seguridad alimentaria y el desarrollo rural en el que se investigan las interconexiones entre migración, agricultura, seguridad alimentaria y desarrollo rural.
Según el estudio, “cuando los hogares rurales pobres atraviesan una situación de inseguridad alimentaria, es muy probable que decidan que un adulto migre en busca de empleo para reducir el riesgo de que la familia sufra hambre. Además, la migración estacional ayuda a aumentar los ingresos y el consumo de alimentos”. En otras palabras, queda demostrada la relación directa entre la inseguridad alimentaria y fenómenos migratorios pues las personas suelen migrar para escapar del hambre.
La expansión de las fronteras del agronegocio están directamente vinculadas con los fenómenos migratorios tanto en el caso de desplazamientos involuntarios internos como en el caso de las migraciones “voluntarias” internacionales.
Sistema alimentario y desplazamientos
Las dinámicas excluyentes que obligan a miles de personas a dejar su comunidad de origen o su país son diversas, sin embargo en lo que a sistema alimentario globalizado se refiere es posible identificar tres detonantes o elementos causales que aceleran el desplazamiento o la migración:
- la inseguridad alimentaria;
- la necesidad de mano de obra en la agricultura, sobre todo de carácter estacional;
- el acaparamiento de tierras.
Según la definición de la FAO “una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos.”
El estudio Hambre sin Fronteras. Los Vínculos Ocultos entre Inseguridad Alimentaria, Violencia y Migración en el Triángulo Norte de Centroamérica, afirma que “existe una positiva correlación entre inseguridad alimentaria” y migración en Guatemala, El Salvador y Honduras, conocidos también en su conjunto como el Triángulo del Norte.

La investigación señala que muchas personas se ven obligadas a migrar hacia las ciudades u otros países debido a la falta de disponibilidad de alimentos.
En cuanto a los desplazamientos ocasionados por la necesidad de mano de obra temporal del sector agrícola, el ejemplo más típico es el de las personas que se desplazan dentro de un mismo país o bien de un país a otro durante la temporada de recolección de frutas o verduras, como es el caso de la campaña de fresas de Huelva, de las manzanas en Lleida o de la vendimia en La Rioja.
El eslabón más débil pero imprescindible de toda la cadena agroalimentaria son hombres y mujeres que en la mayoría de los casos son convertidos en nómadas por un sistema que necesita manos ágiles y baratas dispuestas a trabajar de sol a sol por un sueldo mísero y en condiciones de pésimas.
Para garantizar la competitividad de los productos agrícolas en los mercados globales, las empresas del sector han promovido un modelo de empleo basado en la informalidad, la intensificación y flexibilización del tiempo de trabajo, el alargamiento de las jornadas y los bajos salarios.
La agricultura intensiva en general y la de exportación en particular han basado su competitividad en la estrategia a la baja de los costes laborales, que se traduce en condiciones de precariedad para todas aquellas personas que se ven obligadas a aceptar el trabajo estacional debido a su situación de vulnerabilidad legal, social o económica.
Acaparamiento de tierras y apropriación de recursos
En relación con el acaparamiento masivo de tierras, se trata de un fenómeno típico de la producción agroalimentaria globalizada que permite la apropiación de recursos naturales de los países del Sur por parte de gobiernos, empresas y de fondos de inversión del Norte a través de la adquisición de tierras a gran escala, necesarias para la producción de materias primas demandadas en el mercado internacional. Según datos de la asociación GRAIN (2010) entre 15 y 20 millones de hectáreas están siendo interesadas por la adquisición de tierras que allana el camino al control de los recursos naturales de los países periféricos como una forma de consolidar la expansión del modelo agroalimentario globalizado. Entre las consecuencias más nefastas de esta práctica agresiva está el desplazamiento de las comunidades locales o bien hacia territorios marginales e improductivos de su propio país o bien hacia otro países.

El acaparamiento de tierras de Harvard en Brasil es un desastre para las comunidades y una advertencia para los especuladores, señala como compañías de gestión de activos, fondos de capital de riesgo, empresas transnacionales y hasta universidades se están apropiando de las explotaciones agrícolas para desarrollar mega-corporaciones interesadas en producir a larga escala al menor coste posible, estableciendo con los países de África, Sudamérica y Sudeste asiático una relación de tipo extractivista cuyo objetivo es la apropiación de recursos naturales para explotarlos hasta el agotamiento.