¿Cuáles son los hábitos alimentarios que ayudan a cuidar de tu salud y de la del planeta?Tener a mano un decálogo sostenible y saludable puede ser muy útil para poner en práctica acciones cotidianas orientadas a cambiar un sistema alimentario injusto que además de contaminante nos enferma.
Se trata de pequeños gestos atentos a nuestra salud y a la huella ecológica vinculada con la producción y el consumo de alimentos.
Si bien es cierto que para poner en marcha un sistema alimentario sostenible desde la perspectiva social y medioambiental hace falta adoptar acciones políticas valientes y contundentes, también es verdad que a nivel individual podemos aportar nuestro granito de arena e implicarnos en el cambio que queremos.
La forma de alimentarnos se ha convertido en un problema para nuestra salud y el futuro del planeta, por ello es necesario empezar a cuestionar los hábitos alimentarios que hemos ido adquiriendo hasta transformarlos en patrones de conducta, como, por ejemplo, comer frutas y verduras fuera de temporada.
¿Por qué es importante empezar a cuestionar esos hábitos? Porque hacerlo nos permite prestar atención a lo que compramos y a lo que comemos y adquirir un mayor conocimiento de los alimentos, de su función y de su impacto sobre el medio ambiente.

La alimentación sostenible es aquella que afronta las preocupaciones sociales y ambientales asociadas a la producción y consumo de alimentos.
Transformar nuestros hábitos alimentarios en práctica consciente resulta imprescindible para llevar una alimentación saludable y sostenible, para ello la pregunta que debemos plantearnos es ¿De dónde procede lo que como? La respuesta a esta pregunta nos permite saber si lo que estamos llevando a la mesa es sostenible para el medio ambiente, responsable con la sociedad y sano para la salud.
La industria alimentaria, gracias a su publicidad constante y persuasiva, ha conseguido convencernos de la necesidad de consumir productos baratos, kilométricos y ultraprocesados como cereales industriales, frutas exóticas, platos precocinados altos en sal, grasas y azúcares.
¿Cómo transformar hábitos alimentarios en una práctica sostenible y saludable?

El sistema alimentario actual no está pensado para alimentarnos, sino para hacer negocio y vender su mercancía. Para ello, necesita crear hábitos alimentarios malos para la salud y el medio ambiente. Cambiar nuestros patrones de conducta alimentaria supone un acto de rebeldía que no solo ayuda a mejorar nuestra salud y prevenir enfermedades relacionadas con la alimentación, sino también a reducir la huella ecológica de nuestro consumo.
Para llevar una dieta sana y sostenible es fundamental tener en cuenta dos criterios: proximidad y temporalidad.
Proximidad: beneficios para la salud y para el medio ambiente
Los alimentos de proximidad tienen mucho más sabor y contienen más nutrientes (vitaminas, minerales, antioxidantes) pues el tiempo de almacenaje y de transporte merma las propiedades nutritivas y organolépticas. Asimismo, la larga conservación de frutas y verduras, ya sea en cámaras o debido a largos recorridos en barco o camión, hace que se pierdan los componentes más volátiles como, por ejemplo, el aroma y las vitaminas más lábiles como la vitamina C.
Desde la perspectiva ambiental, elegir alimentos locales reduce la contaminación producida por recorridos de larga distancia y la cantidad de embalajes necesarias para el transporte y el almacenamiento de los productos. Además, si frutas y verduras son de variedades tradicionales o autóctonas estamos contribuyendo a preservar la biodiversidad.
Temporalidad: salud y sostenibilidad van de la mano
La naturaleza es sabia, pues en cada momento del año nos ofrece frutas y verduras útiles para suplir las necesidades específicas de vitaminas y minerales: alimentos más ligeros y refrescantes en verano (como pepinos y calabacines) y más energéticos en invierno (como coliflor y brócoli).

Asimismo, en verano, cuando más aprieta el calor, nos apetece comer melón porque contiene más del 90% de agua, es bajo en calorías y contiene mucho potasio. ¿Por qué la naturaleza decidió producir melones solo en época de verano? Porque es durante los meses más calurosos cuando nuestro organismo precisa del aporte de elevadas cantidades de agua y minerales para mantener la hidratación que se pierde con la sudoración.
En cambio, el invierno es la estación más propicia para comer naranjas, mandarinas, pomelos y kiwis útiles para incrementar las defensas y evitar resfriados. Es decir que la disponibilidad estacional nos proporciona a lo largo de todo el año el suministro continuo de todos los nutrientes imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestro organismo.
Fruta y verdura de temporada garantizan todo el sabor y el máximo aporte nutricional pues se ajustan a las necesidades de nuestro organismo que varían según la época del año.
En relación con el impacto ambiental, cuando compramos fruta y verdura fuera de temporada estas proceden o bien de invernaderos o bien de otro continente como es el caso de tomates y melones en invierno respectivamente. La fuente de energía utilizada en el sistema de calefacción de los invernaderos y para el transporte de dichos alimentos procede de los combustibles fósiles, aspecto que nos obliga a tener en cuenta su impacto en términos de gasto energético y contaminación.
Lo que necesitamos es poner en práctica un consumo crítico orientado hacia la soberanía alimentaria y apoyado en la producción agroecológica que respeta los ritmos de la naturaleza, la cultura y la biodiversidad.
Hábitos alimentarios para cuidarte y cuidar el planeta

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